Un
hombre comete un pecado bastante grave, y como penitencia decide meterse en la orden de monjes más
severa y apartada del mundo que pudo encontrar. Una vez allí, se entrevista con el padre
superior, quien le explica cómo es la vida en el monasterio.
—Mira... te tendrás que levantar a las cinco de la madrugada. Trabajarás en el campo unas doce horas diarias, y debes ir a misa cuatro veces al día. Tendrás que hacer penitencia todas las mañanas y pasar varias horas rezando y meditando. Sólo tomarás dos comidas al día... y todo eso de lunes a viernes, ya que los domingos y festivos son un poco más duros aún. No volverás a salir del monasterio durante el resto de tu vida, ni tendrás nunca más noticias de tus amigos ni familiares, casi como si estuvieras haciendo un doctorado en los USA. También tendrás que hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia, y por último sólo podrás decir dos palabras cada diez años.
Luego de meditarlo unos segundos, el pobre hombre decide finalmente quedarse en la orden, y uno de los monjes lo acompaña a su habitación.
Una vez que pasan los primeros diez años, va al despacho del padre superior y le dice:
—Habitación fría.
—Sí, claro...- responde el padre superior- Es que esta congregación no tiene dinero suficiente para instalar aire acondicionado... pero haz un esfuerzo y piensa en el amor divino de Nuestro Señor que te ha acogido en este lugar para pagar los pecados que has cometido.
Transcurridos otros diez años más, el hombre retorna a ver al padre superior.
—Comida mala.
—Ya, pero es que debes comprender que no estamos aquí para dedicarnos a los placeres carnales, sino que todos debemos hacer sacrificios extremos; además debemos agradecer al Señor el Pan nuestro de cada día.
Tras pasar la siguiente década, el pobre hombre vuelve a presentarse en el despacho del abad.
—Cama dura.
—Ah,no... eso sí que no! Mira, una cosa es carecer de vocación y no poder soportar una vida austera, pero esto me empieza a parecer lujuria. Para evitar los malos pensamientos te doblaremos el trabajo y te triplicaremos los horarios de penitencia.
Al cabo de otros diez años, este hombre ya es un viejo amargado; ha pasado la vida en el monasterio con mucho malhumor, y además no ha conseguido ni siquiera hacer una tesis, así que va al despacho del padre superior y le dice:
—Me voy.
—Coño, tío... pues vete ya, joder!!! Si cada vez que abres el pico es para quejarte!!!
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